Hija de la Fortuna

 LA Tempestad del Amor

El amor nos llega como una tempestad que se apodera de cada sentido. Nos inmoviliza y hace de nosotros lo que le place. Al menos es lo que solemos creer cuando caemos abatidos ante su incólume presencia. En "Hija de la Fortuna", Isabel Allende explora esta paradoja con maestría. 

Eliza Sommers es la vívida ejemplificación de los estragos del amor prematuro, ese que irrumpe en la adolescencia, etapa en la que creemos, con arrogante convicción, poseer todas las respuestas.
Durante la fiebre del oro en California, Joaquín Andieta —responsable del desvarío emocional de Eliza— parte, como tantos otros, hacia aquel territorio de Norteamérica con la firme determinación de hacerse rico y regresar a Chile convertido en un hombre acaudalado. Sin embargo, el destino, que suele urdir sus propias jugarretas, le tenía reservado un desenlace muy distinto.

A lo largo de su travesía, Eliza comprende que, como sentenciaba mi Gabo, “amar se aprende amando”, y que el amor se manifiesta en todas partes: no se busca, simplemente llega, como una brisa suave en un día abrasador, refrescante y cargada de esperanza.